Sobre un conejo del futuro

Cuando era niña, la artista francesa Annette Messager (Berck, Francia. 1943) encontró un pequeño pájaro muerto, lo recogió y pidió a sus padres que lo mandaran a disecar; después le tejió un pequeño chal de estambre, no para prote-gerlo del frío, sino como un gesto de afecto hacia el ave muerta. ¿En dónde se detiene el afecto? ¿En dónde empieza?
Durante muchos años, Annette ha se-guido recolectando las aves muertas que encuentra, ha pedido a sus amigos y cono-cidos hacer lo mismo, y ha empleado esas aves encontradas para elaborar diferentes obras de arte.
El trabajo de esta artista ha consistido en explorar los límites de las emociones, las creencias y los pensamientos; ha cuestio-nado las nociones de orden y trasgresión, el buen y el mal gusto, y ha indagado en lo prohibido para mostrar que es posible dis-frutar las formas más radicales y las más sutiles de la voluntad y el deseo.
En muchas de sus obras, ha explorado la aprehensión por la experiencia y cómo esta se transforma en intimidad y en afecto compasivo por las personas y las circunstancias que rodean cada vida. Aunque sus temas y obras tienen un carácter independiente, comparten un nexo invisi-ble: la capacidad de salir de la propia vida y hallar otra en los objetos y materiales que ocupa.
Las aves que ocupa en sus instalaciones, así como los animales de trapo y otros ob-jetos, están cargados de un funcionamien-to sígnico que no corresponde a esquemas de pensamiento tradicionales. ¿En dónde se detiene la comprensión humana?
Este texto apenas empieza y las prime-ras aves ya se han apurado en llegar; quizá se está haciendo tarde…*
La artista finesa Eija-Liisa Ahtila (Hä-meenlinna, Finlandia. 1959) realizó, es-pecialmente para la Bienal de Venecia de 2005, un cortometraje que tituló: La hora de la oración. Esa obra muestra su propia vida durante once meses después de la pérdida de su perro.
Abordando la ausencia y el luto por la muerte del perro con el que había compar–tido muchos años, la obra trae a colación la manera en que el afecto influye en nuestra propia percepción y en nuestra conciencia.
Aunque el cortometraje narra una histo-ria que transcurre de manera cronológica, iniciando en Nueva York y terminando en Benin, se presenta en cuatro pantallas con imágenes simultáneas. La intención de la artista es que el observador perciba una narración fragmentada y no comprenda de manera lógica su duelo, sino que com-prenda su estado emocional y, si es posi-ble, experimente empatía.
Esta obra tiene un subtítulo: Mente es-cenográfica. Desde muy joven, Eija-Liisa Ahtila se ha ocupado de las relaciones hu-manas, la identidad individual y su desinte-gración, y de la vulnerabilidad de la mente humana cuando se confronta con el sufri-miento y con las dificultades.
Generalmente, en las obras de Eija-Liisa Ahtila se sustituye la confianza que resulta de pensar que la experiencia tiene un prin-cipio y un final, por la confianza que da el compartir emociones con otras personas y con los seres con quienes construimos el mundo que habitamos.
En 2012, en la Universidad de Cambridgese realizó una serie de conferencias sobre la consciencia; la conclusión de estas se expre-só en la ya famosa Declaración de Cambridge sobre la Consciencia; en ella se señala que los animales humanos y no humanos produ-cen consciencia.4 Neurocientíficos y psicoa-nalistas han comprobado, mediante experi-mentos, que los animales tienen las bases neurológicas y los sustratos neuroquímicos que permiten conductas intencionales, es-tados de conciencia afectivos, y mente.
En El árbol del conocimiento, Francisco Va-rela y Humberto Maturana, a propósito de conductas sociales, describen que los ciervos que viven en terrenos montañosos, al huir de un depredador, corren de una cima a otra dejando siempre atrás a un macho vi-gilando al depredador y dispuesto a enfren-tarlo, mientras los demás elementos de la manada alcanzan la próxima cima; cuando lo logran y están seguros, el macho vigilan-te deja de mirar al depredador y se les une.5 Por otro lado, las colonias de hormigas y otros insectos sociales se comunican in-formación importante sobre el estado de la comunidad, la ubicación del alimento y los roles de cada individuo, mediante el inter-cambio químico por sus bocas (trofolaxis). Asimismo, un cardumen de peces, frente a ciertas circunstancias, se comporta como un solo organismo.
A propósito de peces, David Foster Walla-ce escribió que a veces, a estos seres, se les olvida que viven en el agua; quizá a veces a los seres humanos se nos olvida que vivimos en un mundo construido, en el que la alegría y el sufrimiento son comunes a todos.
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